No hace tanto, en una novela de la autora francesa Virginie Despentes, «Vernon Subutex», me llamó muchísimo la atención el término, no sé si inventado por ella, «infobesidad». (Una búsqueda rápida en internet me dice que no, que fue acuñado en 1970 por Alvin Toffler. Todo un visionario, este señor. También puede llamarse infoxicación o sobrecarga informativa. Más datos…) Fue leerlo y sentirme plenamente identificada, por desgracia. Se trata del exceso de información, de datos, de mensajes, que llega a saturar y a producir un embotamiento y sensación de pesadez, mientras se mantiene la glotonería informativa, tanto de información valiosa como de intrascendente, podríamos decir basura, ambas situadas en el mismo plano en tantos y tantos medios. Pensemos en todas las redes sociales que utilizamos, tres o cuatro al menos, más el correo electrónico, más la prensa digital, más la radio, más la televisión general, más revistas y libros en papel o libro electrónico…
A todo esto se le puede añadir la oferta cada vez mayor de cine, series, documentales, canales temáticos de televisión, disponible fácilmente en casa con sólo un click a través de diversas plataformas que, sin estar al alcance de todo el mundo, sí llegan a bastante población.
Poco tiempo después, una conversación con uno de mis pacientes me hizo reflexionar sobre todo esto, y recordar el neologismo; me contaba la ansiedad y el malestar que a veces le invadían ante el alud de material gráfico; la sensación de no poder estar al día de todo que tenía cada vez más a menudo, y sobre todo cómo su dificultad para decidir, que arrastraba desde siempre y más o menos contenía dentro de unos límites, se disparaba ante tamaña oferta, de películas, por ejemplo, y podía darse el caso de tardar tanto tiempo en elegir una, porque siempre parecía haber otra mejor, que al final la hora de acostarse estaba demasiado cercana y había que dejarlo sin llegar a disfrutar nada. Esto, repetido con frecuencia, se convierte en una especie de trampa, y deja un regusto ligeramente amargo.
Nada grave, es verdad, pero si lo menciono es por lo extendido y frecuente que es, a mi parecer. Empacho de información, de datos, de conversaciones. Necesidad de respuesta rápida cuando enviamos algo, de que enseguida esté disponible lo apetecido. Participación general y continua en los inacabables grupos de whatsapp, donde es fácil adquirir la condición de persona huraña si no se jalea o saluda con entusiasmo y asiduidad.
Todo esto puede generar en algunas personas una ligera ansiedad que se sumará a la ya existente si se padece, y en el mejor de los casos contribuirá de forma silenciosa a acelerar un poco nuestro ritmo.
En fin, que como se solía hacer antiguamente, cuando te empachas hay que ayunar, o al menos seguir una dieta blanda, y en eso estoy, y sugiero.



