Hace ya casi un mes asistí a unas Jornadas sobre Apego y Prevención de la Psicopatología infantil, que se celebraron en Almería. Supe de ellas gracias a Isabel Ortiz, pediatra (suerte tiene el SAS) y amiga muy querida. Además de disfrutar de la compañía de otros colegas, amistades entre ellos, encuentros y reencuentros que tanto alegran, tuve la agradable sensación, en los intensos día y medio que duró, de vislumbrar una nueva alianza entre la pediatría y la psicología.
Pude conocer con detalle la labor de tantos equipos que trabajan coordinando saberes, estudios y esfuerzos para que bebés y familias se acerquen lo más posible a las condiciones favorables para su desarrollo a pesar de las circunstancias adversas, como por ejemplo en una sala de incubadoras, quizá el lugar más difícil para ello, pero donde los profesionales ahora van asumiendo que el bebé que está allí, necesita tanto el contacto de la piel, el olor humano, como otras atenciones médicas que recibe.
Antes de seguir, un breve recordatorio: Teoría del Apego (John Bowlby) Un recién nacido necesita desarrollar una relación con su cuidador principal (idealmente, su madre), y que sus necesidades básicas se vean atendidas a tiempo para que su desarrollo social y emocional se produzca con normalidad. El vínculo del apego es inherente a la condición humana.
Se habló mucho de la importancia crucial del apego temprano, de cómo ya en los primeros meses de vida es posible detectar una alteración del desarrollo, un retraimiento social, cuando el vínculo madre-bebé no se establece como debería, y cómo esta detección temprana permite tomar medidas, y que un excelente lugar para ello es la consulta de pediatría, con una sencilla prueba que puede hacerse en el curso de una exploración de rutina.
El efecto negativo de la gestación subrrogada para el bebé, la necesidad de ampliar los permisos de maternidad, el papel del padre o figura paterna como necesario y crucial apoyo para sostener la relación madre-bebé sobre todo en los primeros momentos, la deseable presencia de madres y padres en las UCIs infantiles, la dotación de recursos para prevención, atención e investigación, el fomento de partos respetados, la construcción de un nuevo hospital materno-infantil en Almería, son algunos de los asuntos que se trataron.
Me gustó que los pediatras viesen de forma destacada la repercusión en la salud del bebé del clima emocional que le rodea, no sólo de los cuidados físicos, como hasta ahora. Y que vaya cogiendo peso el hecho cada vez más probado de que para que un bebé nazca y crezca sano, física y mentalmente, y se convierta en un adulto sano, (con el consiguiente ahorro para el sistema sanitario, entre otros beneficios subjetivos, por supuesto), necesita de un entorno afectuoso y estable.
Y que la familia, la madre en concreto, necesita apoyos económicos, emocionales y prácticos, del padre o figura paterna, de los miembros de su familia extensa, de su grupo de amistades, de la comunidad donde viva, del país donde resida, para cuidar y disfrutar la crianza como ella desea y su bebé necesita.
Quiero aprovechar esta entrada para mencionar a las organizaciones y personas de quien he aprendido de verdad qué es y qué implicaciones tiene el apego.
Las fundadoras de Terra Mater, Isabel Fernández del Castillo e Ibone Olza, y la formación que esta última imparte allí, Salud Mental Perinatal, de grandísimo rigor e interés, y mis compañeras del foro de esta formación, con quienes tanto he vivido y aprendido ¡allí nos encontramos!
Y por supuesto La Liga de La Leche, personificada en mi querida Victoria, que me apoyaron y animaron en mi primera lactancia, hace casi veintiún años. Eso me cambió personal y profesionalmente, lo digo siempre con agradecimiento. Cuando aún no existía la evidencia científica inapelable de la que hoy se dispone, ya promovían el tipo de cuidados que con más probabilidad van a establecer un apego seguro, y que mejor van a favorecer la salud de una persona en todos sus aspectos.



