Nada de lo que estamos viviendo lo hemos vivido antes. Otros conflictos, otras desgracias, pero nunca nada tan general ni tan incierto. Sólo está el recuerdo de haber leído sobre lejanas epidemas en épocas medievales, pero esto está sucediendo ahora, y lo que predomina sobre todo es la incertidumbre, porque nada sabemos con certeza, ni sobre el presente, ni mucho menos sobre el futuro, y justo esa incertidumbre es lo que más desestabiliza psicológicamente.
Tras la llegada a nuestras vidas de la pandemia y el vuelco repentino e inesperado que en ellas ha provocado (de 360º, riámonos un poco), he pasado por una serie de estados de ánimo con los que creo que mucha gente se sentirá identificada, y he recordado momentos vividos que me produjeron una mezcla emocional que aunque distinta, es lo más parecido que puedo encontrar en mi memoria.
No sé muy bien lo que quiero expresar, y estos días he necesitado el silencio, pero ayer me brotó la idea de que algo lejanamente parecido, que podía conectar con esto de ahora, lo había experimentado antes. Al igual que yo, muchísimas otras personas en el mundo, y pensé que esa experiencia podría servir para dar alguna perspectiva, alguna luz, sobre la situación actual, cuando ya pasado el primer impacto, es fácil que aparezca la desesperación. Además de desahogarme, claro. Esa otra experiencia es acompañar durante meses a un ser muy querido con una enfermedad mortal.
Confusión, bombardeo de información, sensación de irrealidad, miedo, desánimo, agotamiento, tristeza, momentos de agitación, otros de coraje y empeño, escudriñar entre los datos buscando aquellos que den alguna esperanza, aferrarse a ellos, aceptar la situación sin llegar a creértela del todo, sentirse impotente, desgraciado, buscar la manera de seguir adelante, aceptar que es real, aunque no lo parezca, encontrar normalidad en medio de lo anómalo…
Quien lo haya vivido reconocerá las sensaciones de aislamiento, de estar apartado del mundo, que por desgracia ahora son generales, a lo que hay que añadir la preocupación por amigos y familiares que están lejos, que están aislados, por las personas de todas las profesiones que se exponen diariamente al contagio, por quienes tienen condiciones materiales pésimas, la inquietud en mucho casos por el futuro económico, la imposibilidad de despedirse cuando hay alguna muerte…
Todo este horror que nos rodea y en el que estamos inmersos es importante reconocerlo y mirarlo, y aceptar lo que nos provoca, que es mucho malestar y angustia. Cómo no nos va a provocar todo eso. Cada persona tendrá su manera de expresarlo, pero es necesario hacerlo, tener momentos de desahogo y poder decirlo, aunque sea unos instantes.
Creo que como seres humanos estamos evolutivamente preparados para vivir y superar situaciones muy difíciles, extremas, y tenemos la fortaleza suficiente para seguir adelante aunque no lo veamos posible, aunque dudemos. La experiencia me ha enseñado que es posible seguir adelante pese a todo, y que es posible también recuperarse de mucho más de lo que pensamos.
Esta áspera meseta en la que estamos ahora, es el momento más difícil. Ya ha pasado ese primer choque, no sabemos cuánto más va a durar esto, y al mismo tiempo tenemos miedo de que se acabe y ver qué nos encontramos después, qué será de nosotros.
Toca ahora buscar en nuestra experiencia, en nuestra memoria, la certeza de que hemos resistido muchas cosas antes. Quizá no iguales que esta, pero seguro que muy difíciles también, que creíamos que no íbamos a superar, pero lo hicimos.
Puede venir la tentación de pensar que no tengo derecho a sentirme mal porque otros están mucho peor, pero eso no ayuda a nadie y debilita a uno mismo. Por el contrario, ser útil si es posible, de la manera que sea, suele ser lo más eficaz.
Alguien me dijo una vez que sólo yo podía saber qué era lo que necesitaba para estar mejor, y que si estaba en mi mano, lo hiciera. Dentro de las opciones que tengamos, cosas pequeñas que puedan hacernos sentir mejor, hacerlas sin dudar, aunque en principio den pereza.
Cada quien tendrá sus recetas, que no pretendo darlas, sino como decía, desahogarme un poco, y si a alguien le sirve de algo, bien estará.
Mucha fuerza.



