Psicología y Sexología Encarnación Zapata, Aguadulce (Almería)

Indignación eréctil

He perdido ya la cuenta de las veces que he sentido indignación cuando un paciente me cuenta su recorrido previo por las consultas de otros profesionales, y suele ocurrir que de entre ellos, los que más me la provocan son, por este orden, los que se dedican a la ginecología y a la urología, con excepciones que casi celebro en vez de verlas como algo normal.

Esta vez ha sido la experiencia de un paciente que acudió a mi consulta con un problema de  disfunción eréctil, es decir, que el pene pierde de forma parcial o total la erección en algún momento de la relación sexual, durante la penetración o antes, haciéndola imposible, y siempre que  esto se de  en la mayoría de las relaciones sexuales. Si ocurre de forma aislada, algo que la práctica totalidad de los hombres ha vivido alguna vez,  a cualquier edad, (lo que coloquialmente se conoce como «gatillazo», y que puede deberse a muchos factores: nervios, cansancio, malestar físico o emocional, exceso de alcohol…) no se puede decir que hay disfunción.

Cuando este episodio se repite, sobre todo en circunstancias en las que le importa mucho «quedar bien»,  el hombre empieza a angustiarse, a pensar mucho sobre eso, a creer que algo está fallando en él, a anticipar que le va a ocurrir, y eso provoca que vuelva a suceder; ya se ha convertido en un problema.

Algo parecido es lo que le ocurrió a este paciente, así que acudió a un urólogo, quien, tras hacerle una evaluación, le recetó sin más un famoso medicamento.

De este medicamento existen hoy día tres  marcas, una de ellas conocida por todo el mundo; fue la primera que salió al mercado y supuso una revolución en la vida de mucha gente, haciendo posibles las erecciones de  hombres, habitualmente de cierta edad,  que debido a algún deterioro orgánico habían perdido o visto diminuida esa capacidad. Otra cosa es que esto hacía que las relaciones sexuales siguieran estando centradas en la penetración, cuando los hombres pueden proporcionar placer con todo su cuerpo, y en ocasiones mucho mejor que con el pene.

Hay que explicar que últimamente se ha extendido el uso  «deportivo», como yo lo llamo,  de esta medicación entre hombres que no tienen en principio ningún problema de erección, algunos incluso muy jóvenes, pero quieren prolongar de forma olímpica sus erecciones, al modo de los actores porno, o bien quieren asegurarse el «rendimiento» a pesar del abuso de sustancias varias.

Este paciente (que me ha autorizado para contar su historia), estuvo tomando esta medicación, durante varios meses, de forma intermitente, y siempre estaba latente el temor a «fallar» de nuevo, puesto que en ese tiempo se había establecido una relación causa-efecto entre la ingesta de la pastilla y el logro de la erección.  Aun así, cada vez le costaba más y su inseguridad iba en aumento.

Finalmente el problema llegó al máximo el día en que, a pesar de haber tomado la pastilla, no había rastro de erección.  Desesperación, angustia, sentimientos de fracaso, problemas con su pareja, que llegó a romperse, porque ella  veía afectada su autoestima, haciendo la atribución errónea y por desgracia común entre las mujeres de que eso le ocurría por su falta de atractivo.

En esta situación estaba cuando lo vi.  Me buscó como última solución y con un punto de escepticismo. Después de contarme toda esta experiencia, evaluarlo, y quedarme muy claro de dónde venía el problema, empieza mi indignación.  Con un par de preguntas se puede saber si el origen es orgánico o psicológico, y o bien este profesional de la urología no las hizo, lo que denota un gran desinterés, o aun sabiendo que la causa de este problema no era orgánica, lo trató como si lo fuera, consiguiendo una erección a corto plazo, pero a costa de prolongar el problema y no solucionarlo realmente.

Derivar al profesional adecuado habría adelantado la mejoría y evitado a este paciente meses de tensión y malestar, pero al parecer algunos especialistas se dejarían matar antes que admitir que su competencia tiene limitaciones.

Con el tratamiento adecuado, el paciente salió del bucle en el que estaba metido,  recuperó la confianza en sí mismo, y volvió a tener erecciones de forma natural y despreocupada, precisamente porque aprendió a no darles tanta importancia.