Psicología y Sexología Encarnación Zapata, Aguadulce (Almería)

La mala educación (sexual)

Los fans de Almodóvar recordarán la película que me inspira el título de esta entrada. Ahí se trata, creo que con bastante acierto, el doloroso tema del abuso sexual infantil en el seno de la iglesia católica.  El papa Francisco dice hoy en la prensa que también en las familias se ha mantenido oculto, y por desgracia, tiene toda la razón en eso. Sus palabras textuales: «En los tiempos antiguos estas cosas se cubrían. Pero también en casa, cuando el tío abusaba de una sobrina, o cuando lo hacía el padre con los hijos. Se cubría porque era una vergüenza muy grande». Repito, por desgracia, tiene razón.  Sin entrar a fondo en el tema, lo que sí sé es que una buena educación sexual habría podido evitar muchos de estos abusos, tan frecuentes. Si puede hablar de algo con normalidad,  si no le da vergüenza, será mucho más fácil que una niña, un niño, hablen si ocurre y así se pueda atajar y solucionar lo antes posible.

El Salón Erótico de Barcelona ha publicado un vídeo: «Sin educación», y con su estilo provocativo, explica algo muy cierto, que hace tiempo vengo observando con preocupación, y que incluso habíamos comentado en un grupo de adolescentes con las que trabajo la prevención de violencia sexual: Cómo la pornografía es la fuente predominante de información sexual que tienen hoy muchos niños, fácilmente accesible desde cualquier dispositivo móvil conectado a internet.

Como sexóloga he explicado muchas veces que la ausencia de educación sexual por parte de las familias termina siendo mala educación sexual, precisamente porque educación sexual siempre se hace, aunque no se sepa que se está haciendo, y al evitar repetidamente un tema con evasivas, con silencios (al menos, o eso espero, ya no se dan manotazos a las niñas pequeñas cuando se tocan su vulva con evidente placer, y no me lo estoy inventando), se está señalando con flechas de neón que «ese» tema es diferente, que mejor no se habla de él y que hay que buscar  información en otro sitio, que antes solía ser las  conversaciones con iguales, investigando en libros, hasta en diccionarios, con la propia experiencia, en revistas, hasta en los chistes. Algunos recibían alguna charla en el colegio o en el instituto, normalmente centrada en los anticonceptivos, y los poquísimos afortunados podían hablar de esto en sus familias.

Siempre recuerdo con ternura a mi madre (ya ha aparecido antes en este blog) quien, no sabiendo qué responder ante mis preguntas sobre sexo, me regaló un día un libro educativo para niños, y más que el libro en sí, lo que me llegó fue el gesto, que me indicaba que no era un asunto feo ni había nada vergonzoso en hablar y saber de ello. ¡Vaya si tuvo efecto, que me acabé dedicando a esto! Además de eso y por encima de eso, la naturalidad que mostraba con su cuerpo,  cómo se percibía sutilmente su capacidad de disfrute, fueron la mejor educación sexual que pude tener.

La pornografía no es un fiel reflejo de la sexualidad, sino una representación deformada de ésta con el propósito de provocar excitación, pero eso los niños no lo saben (algunos adultos parece que tampoco), y muchos crecen asumiendo que lo que ven es lo que luego pueden esperar en su vida sexual, cómo han de comportarse, qué les hará disfrutar, lo que más tarde puede generar muchas frustraciones  y una forma «pornificada» de vivir la sexualidad, mucho más estresante y menos satisfactoria.  Esto también hay que dejarlo claro dentro de una adecuada educación sexual.

 Es más necesario que nunca que haya una buena educación sexual, información clara y accesible, y actitud de naturalidad en las familias, que proporcionen a los menores,  entre otras muchas cosas, capacidad para expresarse, confianza en su cuerpo y en sus sensaciones,  más que en lo que desde fuera les digan que tiene que ser. Y no sólo en el sexo…